Derechos Humanos / Anuario Edición 2018

192 DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2018 Pero el país se quedaba profundamente manchado por la sangre derramada, en la década de los cincuenta, al intentar mantener a toda costa (aunque en vano) su imperio colonial —la dicha “guerra de Indochina” se acabó en 1954, Marruecos ganó su independencia en 1955, Túnez en 1956, Argelia en 1962—, y por la violencia de Estado ejercida en el propio territorio nacional (así, en 1961, una manifestación pacífica de argelinos en París generó una represión policial que dejó más de 200 muertos). Las imágenes atroces de la guerra que, después de Francia, seguían librando en Vietnam los Estados Unidos, iban generando la indignación de una parte cada vez creciente de la opinión pública, especialmente de la juventud estudiantil. Así, por ejemplo, en la sede universitaria en provincia que yo frecuentaba en estos tiempos, es precisamente en solidaridad con los estudiantes parisinos, víctimas de la represión policiaca por haber manifestado en contra de dicha guerra, que prendió el movimiento. Yo definiría así el ánimo, del que se alimentó “nuestro” mayo 68, como una aguda sensibilidad libertaria, antipositivista, antiautoritaria, antiimperialista y anticolonialista, que no se reduce en absoluto a los temas concretos de las protestas y luchas sindicales, ni a los programas de las organizaciones clásicas de la izquierda política. De hecho, la mayor parte de quienes nos convertimos en líderes improvisados de esta movilización local, no pertenecíamos a ningún movimiento político u organización sindical, ni concebimos nada parecido a un programa político. Fueron los mismos acontecimientos los que operaron para nosotros como un formidable despertador de conciencia, generando nuestra adhesión en los años siguientes a diversos movimientos, círculos de estudios u organizaciones diversamente ubicados dentro del amplio abanico que abarcaba de las “izquierdas templadas” a las “extremas izquierdas”. Y, para evocar mi caso personal, diré que el mayo del 68 no es más ni menos que la fecha de mi segundo nacimiento. Vivencia fundadora en la que se precipitó (en el sentido químico) mi conciencia y compromiso político–social y se definieron unas de las principales aspiraciones, exigencias o líneas de vida que siguen rigiendo mi existencia hasta el día presente. Son estas líneas las que me propongo aquí recordar y resignificar, asumiendo su dimensión precisamente subjetiva, esto es, en qué medida tienen que ver con la(s) reconfiguración(es) de la(s) subjetividad(es) política(s). Siguiendo así a Raúl Fornet–Betancourt cuando afirma que no hay sujetos, solamente procesos de subjetivización, yo diría que el “Mayo francés” cristaliza la emergencia, tal vez balbuceante, de un nuevo paradigma de subjetivización (y, por tanto, de visión y práctica) política, abriendo diversas grietas o líneas de fractura, en el paradigma heredado, cuyos referentes principales eran la Revolución francesa, la resistencia antifascista, la independencia nacional, la lucha de clases, el proyecto comunista, etcétera. De tal sismo cultural son símbolos y testigos los eslóganes detonadores que florecieron de la noche al día sobre los muros de Francia: La mayor parte de quienes nos convertimos en líderes improvisados de esta movilización local, no pertenecíamos a ningún movimiento político u organización sindical

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