Derechos Humanos / Anuario Edición 2018

188 DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2018 este hacer memoria implica recuperar los sentidos de estas prácticas ayer, en el momento en el que ocurrieron, pero también hoy, qué quieren decir para nosotros estas prácticas en el momento actual, y por lo tanto preguntarnos qué memorias nosotros queremos hacer. En primer lugar, estamos hablando de memorias de violencias que han sido negadas, violencias no reconocidas, y para las cuales el testimonio de los que participaron son fundamentales, ¿por qué? Porque son memorias que rompen, por un lado, el silencio que se ha tratado de instalar, pero también rompen el relato oficial, un relato amañado, un relato que trata de domesticar estos acontecimientos, de colocarlos dentro de unos canales de institucionalización, que los hagan inocuos. Realmente creo que esa es una de las cuestiones que es importante eludir [sic] cuando hacemos memoria, armar unos relatos alternativos que recuperan aquellos sentidos y los actuales. En ese sentido, lo que hacemos, por ejemplo, hoy y en otros acontecimientos como este, no son unos relatos, no es contar unas cosas; es construir unas prácticas de memoria, porque la memoria es práctica, no es solamente un relato. Es práctica que se realiza socialmente. Es acto, es ejercicio, y cuando hacemos esta memoria hacemos algo que no es un relato neutral, ni son prácticas de carácter neutral, sino que tienen signos políticos, específicos, y por lo tanto tienen usos políticos también en el momento actual. Podríamos decir, entonces, que hay memorias en plural del 68 y que recuerdan distintas voces. Hay unas que no son funcionales a las resistencias, son memorias de domesticación. Hay otras que son memorias resistentes, dentro de las cuales tampoco hay un único relato, sino que se construyen un conjunto de relatos con perspectivas y miradas diferentes y variadas. Allí no hay una limitación de la memoria, sino todo lo contrario, allí reside la riqueza de la memoria, poder recuperar estas diferentes versiones y estas diferentes miradas desde el momento actual. En este sentido, diríamos que la memoria que es diferente al relato histórico arranca de experiencias compartidas socialmente, lo vivido en común, de las marcas que esa experiencia ha dejado individual y socialmente. Esas marcas son los muertos a los que se hacía referencia recién, pero también las distintas formas de marcas de la violencia estatal que han quedado en la sociedad y que nos conminan a ir más allá de esa marca, a ver cómo se asigna un sentido a eso vivido y cómo se transmite ese sentido de lo vivido; cómo, desde la diversidad de la experiencia y, por lo tanto, la diversidad de los relatos que son diferentes, que pueden ser ambivalentes, incluso contradictorios, podemos armar distintas miradas de ese pasado. Pero miradas que lo que importa es que nos permitan visibilizar los peligros, las urgencias y las demandas del momento presente, o sea, construir memorias que estén preguntando al presente, que miren a ese pasado desde las necesidades de este presente, que sean capaces de articular esa experiencia del pasado con los desafíos del presente y, por lo tanto, con lo que queremos hacia el futuro, con la mirada hacia el futuro. Hay memorias en plural del 68 y que recuerdan distintas voces. Hay unas que no son funcionales a las resistencias, son memorias de domesticación. Hay otras que son memorias resistentes, dentro de las cuales tampoco hay un único relato

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