DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2018 187 La organización social y la efervescencia social y política no estaba dada solamente en la Ciudad de México, ni tampoco solamente entre los grupos estudiantiles y de clase media. Como afirma Pozas Horcasitas y cito “los brotes de los movimientos guerrilleros en los años sesenta son paralelos a los movimientos sociales de los sectores medios urbanos”, o sea, es un momento de inconformidad y de movilización social generalizada. De todos estos fenómenos forma parte el movimiento estudiantil que se conecta con antiguas luchas de corte sindical de los maestros, de los ferrocarrileros, de los médicos, más recientemente al movimiento, y todos estos se ensamblan de distintas maneras con las protestas del 68. Entonces, el movimiento estudiantil, en algunos casos, se presenta para algunos que hacen memoria desde el momento actual. Se presenta como una lucha por la apertura política e, incluso, lo analizan como un movimiento de demandas por la democracia y la participación ciudadana, lo cual es cierto, pero creo que hay más que eso. Hay que recuperar todo este trasfondo sobre el cual se estructura el movimiento del 68 para aquilatar las dimensiones políticas que, efectivamente, tuvo. Fue un rechazo del autoritarismo del régimen, como los otros ejemplos a los que hice referencia, pero le dio un lenguaje más libertario que formalmente democrático. Incorpora nuevas formas de lucha y acción callejera. Sale a calle y toma la calle, esa es una de las características del movimiento. Hay que decir también que entre el 26 de julio, que inician las confrontaciones con la policía, y el 2 de octubre, que se consuma la masacre en Tlatelolco —que hoy estamos conmemorando—, es decir, en poquito más de dos meses se constituyó un enorme movimiento de protesta de carácter nacional en el que, además de muchas universidades públicas y privadas, participaron intelectuales, obreros, comerciantes, profesionales, campesinos de la Ciudad de México y de los diferentes estados del país, a través del Consejo Nacional de Huelga. Logra, además este movimiento, la simpatía de amplios sectores sociales, a pesar de los medios, que funcionaron promoviendo el discurso gubernamental y tratando de criminalizar al movimiento estudiantil y justificar las acciones represivas del Estado. A pesar de ello, lograron la simpatía de amplios sectores sociales y condensan en ese movimiento el descontento de los sectores medios, pero también de toda la sociedad mexicana frente a un sistema político agotado. Frente a eso, el sistema lo único que es capaz de hacer es reprimir; tiene una incapacidad de entender; tiene una respuesta violenta que culmina en la masacre que, se calcula, produjo entre 200 y 300 muertos, pero no hay que olvidar que, después, se vio obligado a una apertura democrática posterior, una democracia restringida, pero se vio obligado a transformaciones políticas que, de otra manera, no hubiera hecho. Entonces, hoy conmemoramos, hacemos memoria, digamos, de esos eventos. Y en esta conmemoración hay varias preguntas que tenemos que hacernos, por un lado, qué es hacer memoria y cómo El movimiento estudiantil, en algunos casos, se presenta para algunos que hacen memoria desde el momento actual. Se presenta como una lucha por la apertura política e, incluso, lo analizan como un movimiento de demandas por la democracia y la participación ciudadana
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