18 DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2018 Esto es algo que le costó aceptar al papa Juan Pablo II, pero que acabó por introducir en su doctrina social, como aparece en Centesimus Annus (carta encíclica de 1991, en el centenario de Rerum Novarum, de León XIII). Ignacio Ellacuría, uno de los líderes de la Teología de la liberación, asesinado por el ejército nacional en El Salvador en 1989, afirma que los pobres son el lugar donde hay que hacer teología, porque —ahora en palabras nuestras— Dios se nos muestra en los marginados, en los que están en los márgenes del sistema social. La Teología de la liberación responde a un momento en el que se toma conciencia de que hay unas mayorías en la tierra en la pobreza y en la injusticia, y trata de darles voz y de mostrar que la salvación de Dios que se ofrece a todo el mundo pasa a través de la transformación de esas estructuras injustas, para lo cual se hace necesaria la mediación analítica de las ciencias sociales. Luego el tiempo ha ido pasando. Las dictaduras de extrema derecha han ido cayendo en América Latina, perduran todavía las desigualdades socioeconómicas en varias regiones y han surgido algunos gobiernos populistas alejados de la democracia real. La Teología de la liberación, sin abandonar su discurso original, se ha ido abriendo a realidades nuevas, como el movimiento migratorio, la mujer, los pueblos indígenas o la ecología. En ese sentido, la denominada Teología del pueblo (Juan Carlos Scannone) es un buen complemento a la Teología de la liberación. Esta se ha ido abriendo a nuevas realidades históricas como una flor: sin traicionar su discurso original, la Teología de la liberación ha visto que no solamente hay que entender la realidad en categorías ricos–pobres, multinacionales–campesinos explotados (que, por lo demás, no han desaparecido del todo), sino que ha visto que van apareciendo nuevas realidades que requieren nuevas categorías. Fueron importantes las conferencias de obispos latinoamericanos de Santo Domingo, en 1992, y de Aparecida, en 2007, cuyo documento (me refiero al de Aparecida) fue redactado principalmente por Jorge Mario Bergoglio, que luego sería el papa Francisco. Ahí se ve cómo, aunque es obvio que no toda la Iglesia latinoamericana está por la Teología de la liberación, los obispos latinoamericanos recogen el discurso de la liberación (la salvación teologal pasa a través de la liberación de estructuras socioeconómicas injustas), pero no se quedan encerrados en él, sino que se abren a realidades nuevas que van apareciendo. Mauro Izazaga: La Teología de la liberación sigue ampliando el panorama de nuevas categorías de la realidad. Usted menciona en Las razones de Ellacuría que “en los conflictos bélicos y en los conflictos revolucionarios hay que escuchar la tercera fuerza social”. ¿Cómo hablar de esto en un contexto mexicano cuando no hay una guerra abiertamente declarada? ¿A quiénes escuchar en el contexto mexicano o latinoamericano? José Sols: Esa frase la afirmó Ellacuría en el contexto de la guerra civil salvadoreña. Como usted dice, en México no hay una guerra civil. En las guerras civiles las posturas siempre tienden a polarizarse,
RkJQdWJsaXNoZXIy MTY4MjU3