DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2018 17 Así, cuando uno es extranjero en un país conserva solo algunos de sus derechos ciudadanos de su país de origen, pero no todos, dado que no es un ciudadano de pleno derecho, sino con permiso de residencia, que no es lo mismo. Entonces, los derechos de ciudadanía son una buena réplica al estado de violencia, pero no la mejor: la mejor es la defensa de los derechos humanos en cualquier rincón del planeta. No obstante, digo que es una buena réplica porque si trabajamos a fondo por la idea de ciudadanía, por el respeto a las leyes, a la democracia, al Estado de Derecho, tenemos ya mucho camino recorrido, un camino que va contra la violencia y a favor de la paz. Mauro Izazaga: Usted es un referente para la Teología de la liberación, y ha profundizado especialmente en la obra del jesuita Ignacio Ellacuría. Podemos ver esto en algunas de sus obras, como El legado de Ellacuría (1998), La teología histórica de Ignacio Ellacuría (1999) o Las razones de Ellacuría (2014), entre otras. ¿Qué vigencia tiene hoy la Teología de la liberación en Latinoamérica y en el mundo? ¿Cuál es su contribución a la paz? Pienso ahora en la Teología de la liberación no solamente como opción preferencial por los pobres, sino también por los migrantes, las personas desplazadas, los refugiados, etc. ¿Qué piensa usted sobre esto? José Sols: La Teología de la liberación —cuya paternidad corresponde a Gustavo Gutiérrez— nace en los años 60 y se desarrolla en los 70 y 80 del siglo pasado, paralela a la Teología política europea (Johann Baptist Metz). Son dos corrientes hermanas que nacen en contextos distintos: el de represión en América Latina y el de democracia liberal y social en Europa. La gran aportación de estas dos teologías consiste en introducir el análisis de las estructuras políticas y socioeconómicas en la teología. Anteriormente, con algunas excepciones, la teología se había desarrollado en el terreno de lo personal: al afirmar que Dios nos salva a cada uno de nosotros, los conceptos de la teología cristiana abarcaban sobre todo el nivel de lo personal. Curiosamente, la Biblia no es así. La Biblia empieza siendo comunitaria en el Antiguo Testamento, y poco a poco va evolucionando hacia lo personal, y de ese modo hacia lo universal, dado que ya no es un pueblo, Israel, el que es sujeto de una historia de salvación, sino cada persona de la humanidad entera. Lo interesante de la Teología de la liberación es que introduce el análisis de estructuras, algo que por razones culturales no podía existir en tiempos de la Biblia, porque es un discurso que aparece con la moderna ciencia social a partir de la Ilustración, sobre todo a partir de mediados del siglo xix (sí se había dado antes la denuncia social, como es el caso de Antón de Montesinos o de Bartolomé de las Casas, y sí había nacido ya la teoría política en las escuelas de Salamanca y de Coímbra, pero todavía no el análisis de estructuras). La Teología de la liberación desarrolla la idea de estructura de pecado: una estructura sociopolítica o socioeconómica injusta es en sí misma pecado.
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