Derechos Humanos / Anuario Edición 2018

16 DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2018 Vivimos en un mundo inmerso en la cultura de la violencia. La violencia ha impregnado casi todos los órdenes de lo humano, incluido el ocio. Uno puede poner en cualquier país la televisión por la noche buscando una película y encontrarse con el hecho de que la mitad de las películas son violentas. Y no violentas en clave cómica, sino realmente muy agresivas. Esto hay que cambiarlo. La violencia no solamente es la violencia directa de una persona a otra, o de un ejército a otro, sino que también existe la violencia estructural y la violencia cultural —la que estoy mencionando—, sin olvidar la psicológica. Por ello es tan importante trabajar y educar por la paz. Educar por la paz significa no dejarse llevar por este momento presente, no abandonar, no decir “no se puede hacer nada”, “así son las cosas”. Significa ser conscientes de que somos libres, de que podemos construir nuestro futuro y de que queremos un futuro en paz. La paz es más bien un camino, un proceso de pacificación al que vamos llegando y al que nunca acabamos de llegar del todo. La paz es aquel estado humano, aquella sociedad, en la cual los derechos humanos son respetados de manera habitual, de manera estructural. Entonces, es muy importante educar en la cultura de la paz como contraposición a la cultura de la violencia, y esto hay que hacerlo a todos los niveles, desde los niños más pequeños, en la educación en valores, hasta la primaria, la secundaria, la universidad, centros culturales y centros sociales. Hay que promover la cultura de la paz a todos los niveles. Mauro Izazaga: En ese sentido, una de las apuestas de usted para esta educación para la paz es la educación para la ciudadanía, que se basa en el respeto a la dignidad humana y a los derechos humanos. ¿Cómo entender esto, profesor Sols? José Sols: Las dos réplicas más importantes a la cultura de la violencia son estas dos que mencionaba usted: la defensa de los derechos humanos, esto es, de la dignidad de la persona humana, y la defensa de la ciudadanía. Las dos son interesantes. A mí me gusta más la defensa de la dignidad de la persona humana porque es universal, es para todos, sea cual sea su nacionalidad, su sexo, su etnia, algo válido en cualquier rincón del mundo. No obstante, a veces la transición de un mundo de violencia a otro de respeto universal de la dignidad humana no es sencilla, y en ese caso el trabajo por la ciudadanía puede ser una fase intermedia interesante, aquella en la que se defiendan los derechos de todos los habitantes de un Estado social y democrático de Derecho. En ese modelo de Estado, si funciona bien y si no tiene corrupciones de ningún tipo, sus ciudadanos y ciudadanas tienen unos derechos por la Constitución y por las leyes que han de ser respetados; y si son respetados, entonces viviremos en paz. Esto ya es algo; evidentemente es limitado, puesto que en cuanto uno abandona el país, pierde buena parte de esos derechos, dado que el país vecino no le reconoce como ciudadano propio, aunque siga teniendo ciertos derechos gracias a acuerdos bilaterales o internacionales. Educar por la paz significa no dejarse llevar por este momento presente, no abandonar, no decir “no se puede hacer nada”, “así son las cosas"

RkJQdWJsaXNoZXIy MTY4MjU3