Derechos Humanos / Anuario Edición 2018

DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2018 155 bienestar adecuados que les permita ejercer dignamente su libertad para ello y, por otro lado, contar con los servicios para acceder en igualdad de oportunidades y de calidad. ¿Qué tanto las diferentes realidades y necesidades de la mayoría de los y las mexicanas alcanzan estos estándares para estar en condiciones socioeconómicas de poder acceder y participar de la educación en igualdad de oportunidades? Aún estamos lejos de lograrlo. “La educación debe ayudar a dejar atrás la discriminación y el racismo”, manifestó Sylvia Schmelkes (inee, 2017), y agrega que es necesario devolver a la educación su mecanismo igualador y que, en México, aún no se alcanza o logra una educación que sea relevante para los alumnos de las primarias y secundarias. Tampoco ha logrado universalizar la enseñanza básica. La tasa neta de cobertura en preescolar es de 71.9%, en primaria de 98.6%, en secundaria de 87.6%, y en media superior de 57%. Persisten las inequidades en México, que se manifiestan en las zonas más pobres y vulnerables y donde hay mayores carencias educativas de infraestructura y recursos indispensables para el aprendizaje. Agrega Schmelkes que una de cada cinco escuelas en el país tiene techo de lámina, de asbesto o metal; 5% no tienen paredes o son de lámina o madera hechizas, con pisos de tierra y sin sanitarios; y que, además, los libros de texto gratuito no se distribuyen bien como en otros lugares. Situación que se recrudece en las escuelas indígenas y multigrado, donde las poblaciones más carentes, vulnerables y excluidas se ubican y donde las condiciones de injusticia social y mala calidad educativa se recrudecen, día a día, perpetuándose y limitando estructuralmente el ejercicio de sus derechos humanos y el de la educación. Por otro lado, con respecto a la educación media superior, recientemente hecha obligatoria para todos, aunque se observa un incremento en la matrícula y la tasa de cobertura bruta y neta, el abandono permanece por encima de los 600 mil alumnos por año. Hay, en este nivel, 2.4 millones de jóvenes fuera de la escuela, de 15 a 17 años, que no ejercen su derecho a la educación y, además, el desempeño educativo de los que permanecen deja aún mucho que desear pues, aproximadamente, la mitad de los alumnos obtuvieron el nivel mínimo en lectura y matemáticas. Esto deriva en la pérdida del potencial humano de nuestros jóvenes, lo que constituye casi un suicidio nacional. Se agrega a todo esto, como se menciona en la nota informativa del Centro de Estudios de las Finanzas Públicas, del 9 de noviembre de 2016, que la “participación de la Función Educación dentro del Gasto Neto Total ha tendido a disminuir en los últimos ocho años, pasando de concentrar 16.1% en 2010 a 14.1% en 2017, registrando una reducción real de 4.2%. México aún no alcanza el Objetivo del Milenio relativo a lograr la enseñanza primaria universal. Meta que debería haber sido lograda en 2015”. Es un hecho que las asimetrías estructurales, como las desigualdades entre las zonas rurales y las urbanas, y entre las escuelas públicas y las privadas persisten y se recrudecen día a día. El relator especial sobre el derecho a la educación de la onu, Vernor Muñoz, informa que en el país convivían, en el año 2010, más de 5 millones de personas mayores de 15 años de edad que no saben leer ni escribir (8.4% del total de la población), en su mayoría mujeres indígenas y habitantes de las zonas rurales. La tasa de analfabetismo llegaba hasta 50% en ciertas zonas y prevalece, aún hoy, un número inestimable de analfabetismo funcional. Resulta interesante observar que el mismo relator, en sus señalamientos, comenta también el insuficiente presupuesto asignado a la educación y su mala distribución, afectando principalmente a los grupos más vulnerables de comunidades rurales e indígenas y pone de manifiesto el problema de la deserción y rezago educativo que en estas se recrudece, así como su relación con la falta de pertinencia cultural y lingüística en la educación; aunada a la inconsistente e inefectiva formación docente, lo que lo lleva a afirmar que “las poblaciones pobres reciben una educación pobre” y que “las asimetrías no se pueden resolver de manera incidental ni asumir que los programas de compensación y subsidio resuelvan un problema estructural, que tiene que ver con la falta de una política pública articulada, sistémica, que no cambie cada seis años y que atienda los problemas de discriminación y exclusión social de las poblaciones indígenas, de zonas rurales, familias de jornaleros agrícolas y personas con discapacidad” (onu, p. 71). Es necesario, menciona respecto a la calidad, que el modelo educativo atienda a la diversidad y a la necesidad de que las oportunidades educativas

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