DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2018 151 se agravan las desigualdades, se incrementan las inequidades e injusticias y se deteriora cada día más nuestro planeta. Es un hecho que la transitoriedad plantea cambios vertiginosos, sin tiempo para ser reflexionados, creando confusión y sometimiento a nuevos valores y creencias ajenas, por lo mismo, la educación tiene que responder a esos enormes desafíos y retos. Hay muchos hechos, hoy en día, que conllevan posibilidades y caminos que se abren en torno a repensar el modelo de desarrollo vigente enfocado al crecimiento económico y la creación de la riqueza para, “indirectamente” o como efecto del mismo, reducir los índices de pobreza, lo que es evidente que no ha resultado sino, por el contrario, han aumentado la vulnerabilidad, las desigualdades, la exclusión, y recrudecido las carencias, pobreza y violencia de todo tipo con la consecuente violación sistemática a los derechos humanos. Por lo mismo, es urgente enfocar la idea de desarrollo hacia uno sostenible e inclusivo; sin embargo, las voluntades e intereses de grupos económicos y políticos en el poder político y económico lo tornan difícil y complejo. Este escenario social y económico pone a los educadores frente a la urgencia de decidir rumbos preguntándonos: ¿cuál es la educación que necesitamos para el país que deseamos? ¿cuál es la finalidad última de nuestro trabajo como educadores, hoy y aquí, donde imperan las desigualdades e injusticias, cuando la idea xenófoba y racista va ganando adeptos día con día y las presiones neoliberales imponen a la educación mecanismos de cuasi mercado y lo individual —la persona— se impone a lo social y colectivo? Para la educación y los y las educadoras, constituye hoy un gran desafío encontrar los medios para coparticipar en la construcción de nuevos imaginarios sociales y descubrir los procesos de cambio necesarios para alcanzarlos. Este estremecedor, pero desafiante escenario abre una oportunidad para que la educación dignifique su quehacer dejando de ser efecto de otros quehaceres, como el económico y el político, y constituirse en co-constructora del cambio donde educar en y para los derechos humanos y la justicia social, toma especial relevancia como oportunidad, medio y fin para alcanzar mayor justicia social en México. Hay posibilidades e iniciativas interesantes como las propuestas por la unesco, Aprender a ser: la educación del futuro (Informe Faure, 1972), La educación encierra un tesoro (Informe Delors, 1996), Replantear la educación ¿hacia un bien común mundial? (unesco, 2015), La educación al servicio de los pueblos y el planeta, creación de futuros sostenibles para todos y la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible (unesco, 2017) y, en lo local, esfuerzos como el propio, Una Pedagogía de la participación y responsabilidad social (Lorandi, 2002), entre muchos otros, como las Escuelas Amigas de los niños en Colombia, todas las aportaciones de la Educación Popular en Latinoamérica del siglo pasado, así como las de los filósofos, sociólogos y educadores críticos como Paulo Freire, Francisco Gutiérrez, Henry Giroux, M. Apple, J. Habermas, J. Ranciere, Claudia Para la educación y los y las educadores, constituye hoy un gran desafío encontrar los medios para coparticipar en la construcción de nuevos imaginarios sociales y descubrir los procesos de cambio necesarios para alcanzarlos
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