150 DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2018 La educación alimenta la confianza; la confianza alimenta la esperanza. La esperanza alimenta la paz. Confucio, filósofo chino (551–479 a. C.) La intención personal Llevo más de la mitad de mi vida incursionando en las formas que han de contribuir a la co-construcción de ese México y ese mundo donde impere la justicia social, la libertad, el respeto y la tolerancia, la igualdad y la inclusión, la productividad, la equidad, la solidaridad, la paz, la dignidad de las personas y el cuidado de todas, de todos para el otro y para todo lo que nos rodea y constituye nuestro hábitat y contexto de existencia común. En esta búsqueda reflexiva y actuante, con aciertos y desaciertos, siempre ha estado presente la educación y como centro de su quehacer a los niños, niñas, jóvenes, sus familias y comunidades, quienes por razones históricas, sociales, culturales, económicas y políticas han quedado al margen de los procesos del supuesto “desarrollo nacional”. El actuar o construir en ese sentido, me ha llevado a asumir una postura crítica respecto al por qué, el para qué, el para quiénes, y al cómo educar para poder incidir en los cambios y transformaciones deseadas. Desde esta perspectiva, significo a la educación como el medio que posibilite la constitución de sujetos con sentido para la lucha interna y propia, en primera instancia, para, posteriormente, ya fortalecidos, constituidos y reivindicados como sujetos, trabajar juntos, todos y todas, en pro del desarrollo humano, la dignidad y justicia social. Después de haber incursionado en el estudio de la compleja problemática que vive México en torno a los derechos humanos de las personas, me pregunto: ¿puede ser la educación en y para los derechos humanos y la justicia social una posibilidad para avanzar en ese sentido? Y, de serlo ¿cómo habría de ser esta en nuestro país, México, donde es cierto que somos diversos, plurales y diferentes, pero también compartimos algo en común, el ser todos seres humanos y mexicanos? La situación actual política, económica y social en el país y en el mundo se caracteriza por la indefinición, la confusión, turbulencias, la lucha de intereses entre órdenes, concepciones y modelos sociales, culturales y económicos que no acaban de morir y otros que no acaban de nacer, mientras aumentan para muchos las aspiraciones de defender y ejercer los derechos humanos (Mardones, 1996; Bigot, 1991; Brameld, Giddens, 1991 en Beriain, 1996; Boff, 2002; unesco, 2015). Las sociedades y las personas cada día están más conectadas, pero también, persisten y se incrementan los conflictos, la violencia e intolerancia. La ciencia y la tecnología avanzan rápidamente generando una sobrecarga de información, nuevas necesidades, nuevos servicios; al mismo tiempo que el sistema económico y político permite la aparición de nuevos centros de poder con sus propios intereses y procesos de dominio para imponerlos, pero, al mismo tiempo, La situación actual política, económica y social en el país y en el mundo se caracteriza por la indefinición, la confusión, turbulencias, la lucha de intereses entre órdenes, concepciones y modelos sociales, culturales y económicos
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