Derechos Humanos / Anuario 2017

DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2017 33 eso no cuaja, eso no logra consolidarse, eso no alcanza perdurabi- lidad en el tiempo, pero no es ése el estado óptimo del ser, sino es cómo vamos tratando de ampliar el reequilibrio de la trama de inter- dependencia. Para poder hacer eso, debemos tener la capacidad de detener a las fuerza de la destrucción que están en todos lados y hay que aprender a verlas de muy diferentes maneras, o sea, la mineras canadienses son como el ojo del huracán, como el que más se ve, como una barbaridad: esas minas a cielo abierto, esa conta- minación por arsénico en los procesos de lixiviado, y hasta la conta- minación del manto freático, en fin, todas las tragedias que sabemos que son una barbaridad. Pero eso también está así de presente en estas maneras tan indignas en las que se están entregando subsi- dios a la gente. Es escandaloso este maiceo por goteo en el que nos tienen atrapados, en vez de ocuparse de determinadas cosas que realmente sean significativas; o este uso irracional de recursos públicos que nadie define más que ellos mismos en términos de los negocios en los que pueden lucrar. Ahí tenemos que intervenir y no estamos teniendo capacidad, porque eso significa tener que poner en entre dicho el marco completo de análisis, que es un poco lo que yo trataba de plantear hoy. Josué Hernández: ¿Cómo, frente a estos marcos conceptuales que han sido habilitados por la lógica del Estado, se va tejiendo la cons- trucción de lo común como un acto político y como una forma de habilitar lo que no está representado? Raquel Gutiérrez: Pues se va tejiendo de un modo requeté incómo- do y difícil, y siempre amenazado. Yo siempre utilizo una metáfora que es bastante mala, pero es la que tengo: que es la manera como se enreda la enredadera en las bardas de ladrillo; siguen siendo dos cosas distintas pero están entrelazadas, una crece y la otra esta sim- plemente como tope, como límite, como marco. En otro momento, cuando estaba pensando hace bastantes años estos contenidos de las luchas indígenas y populares en Bo- livia, sobre todo, hablaba de la necesidad de éxodos semánticos; te pongo un ejemplo: cuando la guerra del agua, que fue el primer inicio en la rebelión de esta vez de los pueblos de Bolivia, se expul- sa a una transnacional y se pone en suspensión la ley de aguas na- cionales, entonces, ¿cómo nos apropiamos? No queremos que sea municipal, porque antes era municipal y luego se privatizó, pero al ser municipal era estar en los designios de los partidos que esta- ban ocupando la municipalidad que ponían al director, al consejo y establecían los términos y hacían lo mismo. La gente hablaba: “es que tenemos que reapropiarnos; queremos que sea como es en las comunidades, queremos control social de esto”. Cuando tu oías hablar de esto en una asamblea, todo el mundo entendía qué está- bamos diciendo, o sea, igual que como gestionamos en una zona rural o en una zona periurbana, o un barrio de la ciudad el agua de uso colectivo, igual que nos hacemos cargo de eso bajo sistema de cargos, bajo rotativas, etc. –en Bolivia eso pasa mucho–, igual

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