Derechos Humanos / Anuario 2017

DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2017 169 una sociedad más igualitaria. La Ley fue festeja- da como un avance incuestionable en el recono- cimiento de los derechos humanos de esa mitad de la población que constituimos las mujeres. Se celebró también como un triunfo del movimiento feminista y, sobre todo, como un fruto de la alianza entre varios sectores comprometidos. Sin embargo, las alianzas están también en las otras trincheras. La forma más evidente es el crimen organizado. Aunque no es un fenómeno nuevo, las vicisitudes políticas, las guerras civiles y también las nuevas tecnologías han abonado al crecimiento despiadado de la violencia de género en una de sus formas más perversas: la trata de personas con fines de explotación sexual. Una se- cuela delictiva similar a la del feminicidio –pérdida de la libertad, violaciones reiteradas y muchas ve- ces la muerte–, con la diferencia de que abarca un periodo notoriamente más largo. Las víctimas de trata son alejadas de su entorno para fragmentar y desaparecer sus redes; son sometidas a violencia sexual severa para que “acepten” ejercer la prosti- tución hasta que logren liquidar una deuda creada ad hoc ; finalmente, son desechadas como basura. Algunas de ellas tienen ideas y acciones suicidas. Otras mueren. Otras viven sus últimos días en el rechazo y el abandono. La visión de conjunto nos lleva a un laberinto del horror inimaginable. La pregunta es por qué la trata de personas no se considera una forma de violencia de género. No aparece en la Ley general de acce- so de las mujeres a una vida libre de violencia. La investigación se ha realizado con un enfoque eco- nómico o político, con énfasis justamente en la glo- balización y las nuevas tecnologías. La violencia de género, de suyo evidente, es francamente ignora- da. Aquí también hay una suerte de alianza, desde luego no escrita, para invisibilizar el género. Hacia el futuro Quiero terminar estas reflexiones en torno a la vio- lencia de género invocando la serenidad del alma. La serenidad es una virtud que los filósofos de to- dos los tiempos han encomiado con toda claridad. El gobernante, decía Sócrates, no sólo debe ser un hombre sabio, sino también sereno. Bobbio se pregunta si es mejor el gobierno de los hombres o el gobierno de las leyes y subraya, en el primer caso, la serenidad y el prudente arbitrio. La participación política de las mujeres ha se- guido un largo trayecto. La lucha por el sufragio es tal vez la bandera más conocida y reconocida de emancipación femenina. Desde los albores del siglo XIX hasta la actualidad, las mujeres han insistido en su derecho de acudir a las urnas y, paralelamente, de desempeñar un cargo de elección popular. Los avances han sido notables: voto local, voto federal, posibilidad de ser electa para cualquier cargo, cuotas de género, paridad política. Y sigue la violencia. Aun la combinación de ti- pos y modalidades de violencia que ofrece la Ley general de acceso de las mujeres a una vida libre de violencia es insuficiente para abordar la vio- lencia política. El papel de los medios de comu- nicación es importante. Les dan menos espacio, centran sus entrevistas y comentarios en asuntos personales, cuestionan la articulación de la vida política con el manejo del hogar y la atención a la familia. Además, se manejan dos supuestos: no tienen capacidad ni experiencia para la función pública; son dulces, tiernas e incorruptibles. Am- bos son manifestaciones de violencia simbólica. En el desempeño de sus funciones sufren co- mentarios ofensivos, acoso sexual y bloqueos mi- sóginos. Hay casos documentados de presiden- tas municipales que enfrentan el bloqueo de sus subordinados: sin información, sin recursos, sin alianzas posibles. ¿Qué se puede decir a más de cuarenta años de distancia de las primeras denuncias de violen- cia de género? •  Conocimiento muy preciso de distintos tipos y mo- dalidades de violencia: acoso sexual, violación, mal- trato por la pareja, feminicidios, explotación sexual, violencia obstétrica, violencia política... y contando. •  Legislación actualizada acorde con los instru- mentos internacionales. •  Centros especializados en atención a víctimas. •  Cursos, diplomados y amplia oferta de capacita- ción en la materia. •  Avances sustanciales en el trabajo con hombres y masculinidades. El acceso de las mujeres a la justicia sólo se puede lograr si se recupera el principio de igual- dad para derribar mandatos y estereotipos de gé- nero. Junto con la tolerancia cero a cualquier forma de violencia contra las mujeres, es importante es- tablecer la paridad en todos los órdenes y niveles de gobierno.

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