Derechos Humanos / Anuario 2016

86 DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2016 Éstos son sólo algunos ejemplos de las for- mas de control del Estado para oprimir las expre- siones de descontento y las luchas por parte de los movimientos sociales, y que se materializan en las formas de relación entre los diversos actores implicados. Actores sociales y movimientos sociales Refiriendo a estrategias más situadas y personali- zadas, el Estado favorece representaciones socia- les en torno a las y los defensores de derechos humanos, construyéndolos como sujetos antisis- témicos. Dichas representaciones son posibles en el marco de violencias institucionales y sociales que implican regresiones en los derechos socia- les, teniendo como resultado, defensores vulnera- dos, quienes sufren de amenazas, persecuciones, agresiones y hasta de asesinatos. Desde el Estado se deslegitima su lucha, como es el caso de la deslegitimación de la ho- norabilidad de las mujeres defensoras en comu- nidades, al despolitizar el sentido de su resisten- cia y debilitando su lucha. Aumenta la represión desde varios frentes, y hay presos políticos que al final desgastan a los integrantes del movimien- to, quienes tienen que distribuir sus recursos (humanos, temporales, espaciales, monetarios, etc.) para lograr liberarlos y a la vez seguir con sus acciones. Desde el Seminario se planteó a los derechos humanos como sentido de los movimientos sociales, considerándolos no sólo en el plano jurídico, sino también en los ámbitos social, cultural y económico. Los derechos humanos entonces, se constituyen en un discurso que da sentido a las prácticas de los movimientos sociales, valorados no sólo como un fin sino como un medio. Posi- blemente esta última postura, desde un enfoque crítico (Arias, 2012) nos implique el pensar los derechos humanos como una forma de vida, atra- vesando nuestra vida cotidiana. Entonces, hablar de derechos humanos atra- vesando nuestra vida cotidiana y por lo tanto también la de los movimientos sociales, decons- truye la idea posible de dichos derechos como algo ajeno, separado de la vida social y sólo parte del ámbito jurídico. Los derechos humanos, desde esta perspectiva, tendrían que vivirse de manera cercana, sin intermediarios o procesos mediáticos que hicieran pensar que los derechos tienen que ser adjudicados o reconocidos por un tercero, es decir, alguien que decida otorgarlos o no. Sin embargo, observamos que lejos de incorpo- rarlos de forma transversal en nuestra práctica coti- diana, en la dinámica de las instituciones en las que nos desarrollamos o en las relaciones intersubje- tivas con los otros, se viven como algo ajeno que sólo es posible en la medida que sea un fin al cual podemos llegar una vez que la situación sociopolí- tica alcance la “verdadera democracia”. En cambio, normalizamos las relaciones violentas, viviéndolas como algo cotidiano donde su naturalización es la norma y el vivir sobre el ejercicio de los derechos humanos pareciera ser la excepción. Una idea sorprendente surgida en el Seminario fue pensar que, a raíz de la incursión del crimen organizado en diversas poblaciones de la República mexicana, la gente prefiera tener seguridad basada en la presencia de militares en los espacios públi- cos, a vivir sus derechos humanos. El control del Estado también pasa por estos intersticios de la vida cotidiana, donde la negación o, incluso, la violación de derechos humanos facilita la implantación y aceptación del control militar en los espacios públicos. Algunas propuestas para el trabajo en pro de los derechos humanos y el fortalecimiento de los movimientos sociales desde los espacios univer- sitarios De acuerdo con la propuesta de Ellacuría, es necesario generar puentes entre los espacios uni- versitarios y los movimientos sociales, ambos como parte de la realidad histórica: La forma específica con que la universidad debe ponerse al servicio inmediato de todos es dirigiendo su atención, sus esfuerzos y su funcionamiento univer- sitario al estudio de aquellas estructuras que, por ser estructuras, condicionan para bien o para mal la vida de todos los ciudadanos. Debe analizarlas críticamente, debe contribuir universitariamente a la denuncia y destrucción de las injusticias, debe crear modelos nuevos para que la sociedad y el Estado puedan ponerlas en marcha (Ellacuría, 1999:20).

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