Derechos Humanos / Anuario 2016

DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2016 63 equilibrio, es decir, en un estado de salud, mientras que el predominio de una calidad causa la enfermedad (García Vázquez et al., 2012: 827). En México, el vínculo de la mujer y la salud han existi- do desde tiempos prehispánicos, y aquellas que atienden las cuestiones relativas a la reproducción humana son las parteras, quienes desempeñan un papel físico y espiritual dentro de los pueblos o comunidades indíge- nas; su labor no sólo se centra en la atención del parto sino va más allá, ya que fortalece los vínculos culturales y de identidad, 5 esto es, crea y acrecienta la identidad y pertenencia de los infantes a los pueblos y comunidades indígenas. Como se mencionó, la intervención de la partera no sólo se concreta al embarazo, también atiende los asuntos reproductivos de la mujer (esterilidad, embarazo, nacimiento, puerperio y secuelas o complica- ciones correspondientes); e incluso, sus cuidados se amplían al recién nacido y a los niños mayores. En la Huasteca hidalguense, las tareas de un curandero y de una partera abarcan también la realización de rezos y rituales para, por ejemplo, lograr un buen crecimiento de la milpa o la bendición de una casa. Mediante su trabajo sobreviven una combinación de creencias tradicionales y el conocimiento empírico sobre la utilización y el empleo de las plantas medicinales (Duquesnoy et al., 2014: 63). En tal virtud, curanderos y parteras requieren tener desde pequeños el “don” de curar y están llamados mediante sueños a cumplir con ese don. Una partera atiende a una mujer durante el embarazo a través de visitas mensuales y semanales cuando se acerca la fecha del parto. Mediante el tacto revisa la ubicación del bebé en el útero y determina su desarrollo. En caso de posibles complicaciones trata de “acomodarlo” mediante masajes sobre el vientre de la madre, utilizando únicamente sus manos, sin pomadas ni aceites medicinales. Cuando la mujer muestra síntomas de malestar o de problemas graves, la partera tiene la opción de enviarla al hospital en la ciudad de Huejutla para que sea atendida por médicos alópatas (ídem). La partera tradicional ha sido una opción importante para la atención de las mujeres indígenas y mestizas por tres razones: a) pertenece a la misma cultura, por lo que sus prácticas responden al orden simbólico y a las normas de la organización social comunitaria; conoce las condiciones de vida y las contradicciones de su entorno social; b) su condición de mujer, la ubica en un lugar privilegiado para promover una visión amplia e integral de la salud, y c) la atención que proporciona es calurosa y cálida (Torres Lagunas et al., 2015:2). 5 Los conceptos de cultura e identidad se encuentran estrechamente interrelacionados e indisociables en sociología y antropología. En efecto, nuestra identidad sólo puede consistir en la apropiación distintiva de ciertos repertorios culturales que se hallan en nuestro entorno social, en nuestro grupo o en nuestra sociedad. Esto resulta más claro si se considera que la primera función de la identidad es marcar fronteras entre un nosotros y los “otros”, y no se ve de qué otra manera podríamos diferenciarnos de los demás si no es a través de una constelación de rasgos culturales distintivos. Por eso suelo afirmar que la identidad no es más que el lado subjetivo (o, mejor, intersubjetivo) de la cultura; la cultura interiorizada en forma específica, distinta y contrastiva por los actos sociales en relación con otros actores. Su labor no sólo se centra en la atención del parto, sino va más allá, ya que fortalece los vínculos culturales y de identidad.

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