Derechos Humanos / Anuario 2016

150 DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2016 género, que impiden que la seguridad ciudadana para las mujeres sea una realidad. Las mujeres somos experimentadas en la resisten- cia y tercas en la esperanza; así somos las mexicanas en una desquiciante sociedad que nos exige, para mantener relaciones de pareja, ser tallas pequeñas, obedientes, complacientes, dispuestas, vivir para los otros; y además, en el mundo laboral, educativo o político se nos exige ser competitivas, asertivas, fuertes. Sin embargo, hay cada vez más conciencia de esta realidad y de la importancia de hacer sinergia en movimientos de mujeres y hombres dispuestos a construir el patriarcado como sistema y dar paso a relaciones igualitarias. Es cierto que la inseguridad ciudadana es un pro- blema común en hombres y mujeres, pero la forma en que cada quien la vive y se manifiesta no es igual. En general, las agresiones más graves contra los dere- chos humanos que sufren las mujeres son causadas por hombres de su entorno, especialmente por su pareja o ex pareja, aunque no exclusivamente. Las estrategias de autoprotección a que nos vemos obligadas para sobrevivir limitan gravemente la libertad y autonomía personal. Un estudio sobre mujeres y movilidad urbana concluye que más de 60 % de las mujeres nunca salen solas de noche. Al preguntar a mi hija Laura sobre un ejemplo sobre este tema, me dio esta respuesta: “nunca me pondría mi falda café para ir al centro”. Se refería a una falda muy, pero muy pequeña, algo por lo que ningún hombre se preocuparía, en el sentido de que su vestimenta afecte su sensación de seguridad. La política de seguridad ciudadana no se ha cons- truido desde las necesidades e intereses de las mujeres (obras públicas); su participación en la toma de decisiones sobre su propia seguridad no ha sido efectiva. La vida de las mujeres está llena de frenos de diversos tipos. Sufrimos a diario las ofensas, bromas, chistes, la mayoría sobre nuestro cuerpo. La reclusión domiciliar, el control vía celular de los novios a sus parejas disfrazado de preocupación, la limitación al libre tránsito por temor a ser atacada, el acoso sexual, el miedo y la necesidad de estar siempre alerta, entre otros. El enfoque de seguridad ciudadana, orientado a superar la violencia contra las mujeres en el espacio privado y público, debe repensar la ciudad como un lugar seguro, con servicios públicos adecuados, con sistemas de iluminación que garanticen la circulación sin miedo, con lotes baldíos debidamente cercados, con medios de transporte público eficientes, con centros de atención municipal y nacional acordes a las demandas y, en especial, a incorporar a las mujeres en donde se toman esas decisiones. No hay receta para la seguridad ciudadana; tengo más preguntas que respuestas; no hay caminos fáciles, y si este ejercicio de compartir no puede llegar a propuestas concretas, al menos podrá sembrar en ustedes la conciencia de la importancia de mirar a la otra, la más vulnerable; aceptar que ser mujer es un factor de riesgo ante ciertos tipos de violencia como la doméstica, la que se ejerce puertas adentro, que viven en silencio las víctimas pues, por más que corran, no podrán huir ni res- guardase en un lugar seguro, porque el lugar más peligroso sigue siendo sus casas y, ante la falta de acceso a las garantías y protecciones, la violencia termina en feminicidios. Las otras grandes violencias siempre amena- zantes son la violencia de las relaciones afectivas, la violencia sexual, la trata de personas y esa vio- lencia invisible que corroe la libertad en la región, en los espacios públicos y urbanos, cuya magnitud lamentablemente no está registrada en los debates sobre seguridad. Preservar la seguridad ciudadana de las mujeres y erradicar la violencia de género es una condición obligatoria para el goce de la democracia. Ningún país que se precie de tener un estado de derecho y de res- petar las libertades de su ciudadanía, puede consentir el maltrato sexual y la muerte de sus mujeres, o la violencia en sus hogares y la impunidad. Termino con el caso de Paulina Paulina Elizabeth Luján Morales nace en 2008, año en que en su país murieron asesinadas al menos 6 mil personas, por lo que ya implica un nivel de éxito el hecho de que ella sobreviva sana y salva con 36 mil soldados en las calles, o que su misma familia sobreviva para brindarle condiciones de vida, dignas y adecuadas. Paulina, una adolescente de 16 años, alumna del Colegio de Bachilleres salió de la escuela y se transportó en camión, como de costumbre, con sus amigos de la colonia. Se bajaron juntos en la mis- ma parada, anduvieron algunas cuadras y luego se separaron a menos de tres cuadras de su casa. Sin embargo, ella nunca llegó. A los tres días se encon-

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