Derechos Humanos / Anuario 2016

146 DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2016 linchamiento o el surgimiento de las autodefensas de Michoacán o de la sierra de Chihuahua. De las diversas formas de violencia en variadas manifestaciones, tales como el crimen organizado, el alto número de armas de fuego en manos de par- ticulares, las drogas, la violencia contra la población indígena para imponer megaproyectos, los conflictos que involucran movimientos sociales y comunitarios, y la violencia contra niños, niñas y mujeres, esta última me fue asignada para reflexionar esta tarde. La violencia contra las mujeres es un problema de seguridad humana; esto significa que un gobier- no que se ocupa y preocupa de garantizar la vida e integridad de su pueblo, necesariamente debe abarcar la mirada hacia la seguridad ciudadana de más de la mitad de la población; me refiero a la seguridad de las mujeres que sufren violencias en el ámbito público y privado. La anterior afirmación será una realidad cuando veamos esa preocupación reflejada en los presu- puestos etiquetados para garantizar la seguridad de las mujeres. Generalmente, este rubro es la cenicienta de la administración pública. La seguridad ciudadana para las mujeres, que significa el derecho de ellas a una vida libre de vio- lencia, es nuestro derecho. Esa frase parece muy alejada de nuestra realidad. Múltiples ejemplos de la vida cotidiana son indicadores de que el sistema sólo nos hace visibles el 25 de noviembre, el 8 de marzo y el 10 de mayo. La seguridad ciudadana, en el caso de las mujeres, se construye día a día, sobreviviendo en un mundo patriarcal. La seguridad ciudadana, en tanto derecho humano, es precondi- ción del ejercicio de las libertades individuales, e implica vivir libre de temores, de miedos; esto no sucede para las niñas y mujeres en mi país. Las cifras no mienten En los últimos años, en Centroamérica y México, el aumento de los feminicidios registra los índices más altos del mundo, y tasas de impunidad que llegan a 99 % de los casos reportados. A nivel global, 2 millones de personas son trafi- cadas anualmente, de las cuales 80 % son mujeres. En América Latina y El Caribe, una de cada tres mujeres ha sufrido alguna vez violencia física o sexual por parte de su pareja. Según la OMS, en mi estado, el 90% de feminicidios tiene su origen en la violencia familiar. Las mujeres y niñas son las principales víctimas de la inseguridad ciudadana. Un estudio conducido por ONU Mujeres, hace algunos años, reveló que en aquellas que cuentan entre 15 y 44 años, la vio- lencia es responsable de más muertes, además de los efectos combinados del cáncer, la malaria, acci- dentes de tránsito y la guerra. Cuando decimos que hay violencia contra las mujeres, nos referimos a cualquier acción o conducta, basada en su género, que les cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico, tanto en el ámbito público como en el privado. Basado en su género significa que es sólo por el hecho de ser mujeres. A los hombres, como a ellas, se les puede discriminar porque son pobres, negros, gordos, pero a ningún hombre se le discrimina por el hecho de ser hombre; a las mujeres sí. Todas vivimos violencia, no todas la experimen- tamos de la misma manera. Por ejemplo, no es lo mismo ser mujer, pobre e indígena, que ser mujer clasemediera blanca. No es lo mismo nacer en Suiza que nacer en San Nicolás de los Ranchos; es decir, la condición de raza, color o condición económica son factores a considerar. Las personas que nacen con cuerpo de mujer tienen menos derechos que aquellas que nacen con cuerpo de hombre. Esta afirmación tal vez es muy escandalosa, pues alguien podrá decir que es una blasfemia pues todos somos iguales ante la ley, sin embargo, en la práctica, otra es la realidad y tiene significado en la vida concreta de las mujeres, por ejemplo, si una mujer decide interrumpir el em- barazo, esto es considerado un derecho en países como Suiza, Inglaterra, y en México es un delito, a excepción de la Ciudad de México. Entonces, las mujeres tenemos derechos distintos según el lugar en que nacimos o vivimos. Los paradigmas En cada cultura hay paradigmas, es decir, discur- sos sobre el mundo humano: el yo, los otros, la naturaleza, la sociedad y la misma cultura. Estos paradigmas son una especie de programa que modela nuestros pensamientos y acciones que subyacen a la cultura, son como las tuberías que están por debajo de la ciudad. Los aprendemos y reproducimos de manera acríti- ca y, sin embargo, desde los paradigmas justificamos nuestras ideas acerca de los roles de manera lógica,

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