Derechos Humanos / Anuario 2016

144 DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2016 Por esta razón agradezco la invitación, en especial en este momento en que nuestro país se está despedazando y, para colmo, debemos sumar una desgracia más con el triunfo de Trump. Cuando me invitaron a participar en este evento, entiendo que lo hicieron a partir de mi trabajo con víctimas y en específico con mujeres. Vengo del lugar que saltó a la fama por los feminicidios en Ciudad Juárez y Chihuahua, de la tierra que atrajo la mirada nacional e internacional, que tuvo como resultado más de cuatrocientas recomendaciones al Estado mexicano por las violaciones a derechos humanos de sus niñas y mujeres, que logró la sentencia internacional conocida como Campo algodonero y, a pesar de ello, van más de 2 millares de mujeres asesinadas desde 1993, en mi estado. Vengo del estado que ocupa el segundo lugar nacional en violaciones denunciadas, el primero en embarazos de adolescentes y el cuarto lugar del país en violencia familiar. El estado cuyas cinco principales ciudades se encuentran entre las quince peores ciudades para ser mujer en México y, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el lugar más peligroso para defender los derechos humanos. Vengo de un estado con una sociedad vulnerabilizada, violentada por la crisis social causada por el neoliberalismo y el libre comercio: el modelo de industrialización maquilera ha reducido a las mujeres a la condición de fuerza de trabajo desechable; les triplica la jornada, que no el jornal, por los extenuantes traslados, la precariedad de las viviendas. Pocas mujeres trabajan tanto, se desgastan tanto, como las de Chihuahua. Mi trabajo consiste en hacer litigio estratégico y acompañamiento psicosocial a las víctimas de delitos de género, feminicidio, trata, violencia familiar y sexual; a las víctimas de los saldos de la violencia invisible de la guerra; a las madres, hermanas, hijas, esposas de personas desaparecidas, torturadas, ejecutadas; a las comunidades indígenas y comunidades rurales destrozadas, obligadas al desplazamiento forzado o a convivir con grupos criminales. Mi charla será más testimonial, desde la cotidianidad en donde defiendo los derechos humanos, y así es como quiero compartirles lo que significa, más allá de los conceptos académicos sobre seguridad ciudadana, ser mujer, niña, joven o vieja y vivir en mi estado; y hones- tamente no creo que sea una realidad distinta a la del resto del país y de América Latina. El acompañamiento a las mujeres en situación de violencia se puede hacer desde diversos horizontes; uno de ellos es el conservadurismo que no cuestiona las estructuras de poder, perpetúa y justifica la opresión; el otro es el feminismo, y desde mi formación en la teología de la liberación me encaminé por ese sendero; encontré el soporte filosófico para acompañar a las víctimas. El feminismo es una forma de vivir individualmente y de luchar colectivamente, ya lo dijo Simone de Beauvoir, sin embargo, es un concepto estigmatizado. Algunas personas nos quieren quemar con leña verde, como sucedió en la inquisición. Perdón por hablar de este tema espinoso en un recinto que huele a incienso; la reflexión sobre

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