Derechos Humanos / Anuario 2016

DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2016 119 Parafraseando a Raquel Gutiérrez (2011), el cuerpo de una misma debe ser el lugar primero de descentralización del poder y de restruc- turación de lo colectivo, de “la lucha por lo común. Del quehacer de destejer las urdimbres de nuestros conocimientos y saberes”. Porque nuestros centros de poder y, por lo tanto, del saber, están estructu- rados en otras latitudes y contextos, están fuera de las realidades latinoamericanas y caribeñas y fuera de nuestros cuerpos de mujeres. Si el poder colonial sobre nuestros conocimientos permea aún nuestras épocas, también nuestros cuerpos. Si paramos y nos miramos, sin mucha conciencia miraremos espejos que distorsionan nuestros rostros, que reflejan alguien que no somos. Deteniéndonos frente a estatuas […] estatuas extrañas que rinden homenajes a quienes nos despojaron y que se nos imponen como héroes de la patria, sabemos de memoria sus historias, aprendemos su escritura, repetimos sus verdades, nos arrodillamos frente a sus dioses. Mantenemos en cambio, nuestro rostro ocultado, cargamos verdades no pronunciadas, nos avergonzamos delante de nuestros dioses y los negamos. Llevamos dentro de las memorias de lo que podríamos haber sido, sin embargo, todo es tan borroso que casi no podemos leer. Nos miramos y percibimos que tenemos la cara que nos dieron, los nombres que nos asignaron (Lima, 2008: 24). Des-centrarse es una labor que muchas mujeres históricamente han tenido que realizar por la posición subalterna y colonial en donde su pueblo-comunidad se ha colocado. Des-centrarse desde el lugar donde nos enunciamos es descolonizar los aportes de una universidad en un contexto urbano en el centro geográfico de un Estado nación con una ideología hispano-indígena. ¿Qué descolonizamos y para qué? La descolonización política en Latinoamérica y el Caribe data del siglo XIX, la época del caudillismo y la conformación de los Estados nación, proceso incompleto e inacabado de separación e indepen- dencia de las nuevas naciones con los imperios español y portugués. Políticamente se descolonizaron las colonias, pero no así las estructuras políticas, ideas, conocimientos y mucho menos las estructuras estatales. Éstas sólo se copiaron y se reconfiguraron en las naciones latinoamericanas como la panacea. 5 5 En este caso, a casi dos siglos de este proceso, la apuesta descolonizadora va más allá de las estructuras del Estado y del reconocimiento y la incorporación de las sociedades abigarradas a la modernización y el desarrollo, lo cual, en muchas nacio- nes, serían transformaciones sin precedentes, por ejemplo, en la nuestra. Más bien, hablamos de un proceso que develó la constitución de un sistema occidental-capi- talista-europeo a partir de sus colonias, los llamados países “subdesarrollados” y del “tercer mundo”, ahora “en vías de desarrollo” y “periféricos”. Este sistema económico/ social en el siglo XIV exportó espejos y caballos y ahora nos envía conocimiento y tecnología. Des-centrarse es una labor que muchas mujeres históricamente han tenido que realizar por la posición subalterna y colonial en donde su pueblo-comunidad se ha colocado.

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