Derechos Humanos / Anuario 2016
112 DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2016 los cuales, en los contextos latinoamericanos, no han sido favorables para su inclusión en los espacios públicos. Al respecto, Saskia Sassen (2010), en su obra Una sociología de la globalización, argumenta que las ciudades son espacios donde se inscribe una cultura empresarial dominante, pero también es donde existe la multiplicidad de otras culturas e identidades; el poder es de las grandes empresas que inscriben la cultura e identidades ajenas en la otredad, con que las devalúa. En otras palabras, en espacios urbanos corre una ideología modernizadora y globalizadora en todos los ámbitos. En el caso específico del cuerpo, los ideales para su liberalización que vienen de afuera, chocan con ideales tradicionales de la vigilancia y el control del mismo, herencia del virreinato español en América Latina. La cos- movisión católica controla el cuerpo y la sexualidad, al punto de estar únicamente destinado a la procreación y coloca al matrimonio como la institución que valida y legitima las relaciones sexuales (Collignon, 2010: 105). En este contexto (donde el cuerpo se ha convertido en una unidad de explotación física, sexual y mental) se articulan problemas de reco- nocimiento a “otras” identidades, lo cual indica la necesidad de construir un nuevo significado a partir de estos cambios. Ello implica que, en su resignificación, el cuerpo sea visto como un simple instrumento de comunicación, contacto y creación. Pero, ¿el cuerpo es sólo un objeto instrumental? La semiótica de Barthes (2011) hace pensar que el cuerpo es algo más; es movimiento y, por ende, vida; tiene memoria y responde en ocasiones sin necesidad de tener conciencia ni razón del porqué. Para ello Barthes dice, con un ejemplo del hacer literario, que: “El placer del texto es ese momento en que mi cuerpo comienza a seguir sus propias ideas, pues mi cuerpo no tiene las mismas ideas que yo” (Barthes, 2011: 26). El placer, el goce del cuerpo vivido debe ser aquel punto donde se rompe la naturalidad de la violencia estructural. Así, el INEGI registra en la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los hogares (2011) la prevalencia de la violencia hacia las mujeres de 15 años y más, catalogada en cuatros rubros generales: violencia emocional, violencia física, violencia sexual, violencia económica, patrimonial y discriminación. Para la violencia económica, patrimonial y discriminación, los datos revelan que para los casos de discriminación en el trabajo por embarazo existe una prevalencia de 26.3%, mientras que sufrir violencia por otras personas a lo largo de su vida es de 47.9%. Sin embargo, en el caso de violencia económica y patrimonial la prevalencia es de 24.5% por parte de la pareja. En los casos de violencia emocional y violencia física la preva- lencia es de 43.1% y 14%, respectivamente, y la constante es que el agresor es la pareja. Para el caso de la violencia sexual, el 32% de prevalencia es ocasionado por otros. Cabe mencionar que en este mismo informe los estados con mayor nivel de violencia hacia las mujeres son Distrito Federal, Estado de México, Chihuahua, Nayarit, Baja California, Colima, Jalisco, Veracruz, Aguascalientes, Nuevo León, Morelos,
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