Derechos Humanos / Anuario 2016

110 DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2016 socioeconómico alto, coincidiendo ambas en que los agresores eran conocidos con los que tuvieron una cita, y que, al ser acompañadas por ellos a su casa, fueron violadas en el automóvil. Ninguna los denunció, y continuaron viéndolos en la universidad a la que asis- tían, además de tener que contemplar sus fotografías sonrientes en las páginas de “Sociales” (Ecos de Sociedad) de la prensa local [36]. Este es un hecho que se repite constantemente no sólo en Veracruz, o en Puebla, en todos los rincones de nuestros países, México y Colombia. En Puebla, en los últimos años, los feminicidios han ido en aumento y la violencia sexual es un problema grave. De esto dan cuenta varias organizaciones de la sociedad civil, entre ellas el Observatorio de Violen- cia Social y de Género del Instituto de Derechos Humanos Ignacio Ellacuría SJ, de la Universidad Iberoamericana Puebla, que desde el año 2010 llevan un registro de los asesinatos de mujeres y feminicidios en el estado. Recordemos el caso de la alumna egresante de una de las más reconocidas universidades privadas de Puebla: ella narra haber sido violada por un compañero de clase en los pri- meros días de su llegada a esa casa de estudios, y cómo durante cuatro años vivó con esa carga y herida emocional; y sólo al final de su carrera se atrevió a narrar la historia de su violación sexual, la cual vivió de manera culposa y callada. Dicha historia salió publicada en varios diarios de circu- lación estatal. En un acto heroico, la joven ordenó las ideas, la cabeza y las vísceras para narrar lo sucedido, de esta manera exorcizó al demonio de la culpa que la habitó durante cuatro años. En enero de 2015, una menor de edad veracruzana fue subida a la fuerza a un carro, quedó privada de su libertad, fue abusada sexualmente por cuatro hombres jóvenes, mayores que ella y mayores de edad, quienes se encontraban alcoholizados o drogados y vivían en el fraccionamiento Costa de Oro.Todos ellos pertenecientes a familias distinguidas de Veracruz. Las redes sociales los apodaron “ Los porkys de Costa de Oro” por un caso que ocurrió en 2001, cuando surgió una banda de muchachos que recorrían los antros, divirtiéndose, hasta que mataron a un joven a golpes. Flores (2011) concluye que, en este contexto, la hechicería se revela como un fenómeno de violencia simbólica –de agresión, pero también de defensa, una respuesta y canalización de la violencia de los subalternos frente a los poderosos que tienden a ostentar prácticamente el monopolio de la violencia–. Algunos de los “trabajos” narrados por agentes ritua- les de la ciencia espiritual, o por sus clientes, perfilan a la “brujería” como una respuesta defensiva eficaz a la agresión y dominación social (propietarios-traba- jadores, españoles-veracruzanos, varón-mujer) (36). En los cárteles del tráfico de drogas, las mujeres son tatuadas con las iniciales de su “patrón” en los glúteos o en los senos y circulan como propiedad privada de los grandes capos. Ningún otro hombre puede poseerla sexualmente porque ella será asesi- nada y el honor de su dueño será vengado violando y/o asesinando a las hermanas o hijas de quien usufructuó ese territorio, propiedad de un narco. De esto hay escalofriantes evidencias en la industria cultural colombiana y mexicana, como: Las muñecas de la mafia, El cártel de los sapos, El señor de los cielos, El infierno, La promesa, Anónima, El patrón, Sin tetas no hay paraíso. En la industria cultural mexicana y colombiana suele considerarse que una mujer que ha sido escogida por un narcotraficante no puede negarse a pertenecerle y, una vez que forma parte de su capital simbólico, como se posee un caballo árabe o un coche de colección, ella no puede salir de allí y si se involucra sentimental o sexualmente con otro hombre, pagará con su vida. Algo necesario de resaltar es que los narcotraficantes tienen muchas mujeres, son promiscuos, pero sólo tienen hijos con sus esposas legítimas que además son buenas esposas y madres. Por ejemplo, en el Patrón del mal, Pablo Escobar, cuando se entera que una de sus amantes está embarazada, manda privarla de su libertad y un veterinario, encargado de cuidar sus caballos, le saca el bebé y ella muere. En El señor de los cielos, Casillas dispara directamente al útero de su amante embarazada. Esto indica que sus descen- dientes sólo llegan por una vía reconocida, sagrada y legítima, no son producto de una aventura o de una relación paralela no reconocida social ni legí- timamente. La esposa es el garante moral de su familia ante la sociedad, él puede ser un perverso delincuente, pero su esposa e hijos son intocables y sagrados. Esto es un elemento común en todas las series de televisión y películas que, no podemos dejar de mencionar, se alimentan de la realidad que acontece en nuestros países. La violencia más

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