Derechos Humanos / Anuario 2016
108 DERECHOS HUMANOS ANUARIO 2016 El cuerpo se cierra porque se necesita cerrar todo lo que signifique un peligro, tanto para las personas como para la propia sociedad. Wanülü ataca el cuerpo, lo vulnera para manipular el alma. Filtra el cuerpo y quebranta a la persona. Wanülü pretende ganar estas almas para su propia sociedad. En la medida en que la sociedad de los Wanülü se fortalece, en esa misma medida se arriesga la sociedad a la que estas personas pertenecen. El cuerpo, al permanecer abierto al Mal, se convierte, diría Mary Douglas (citado por Segovia, 2011), en “una frontera precaria y amenazada que debe superarse” (55). Un análisis analógico de la extracción del feto puede significar, semiológicamente en la cultura Wayuu, que el cuerpo de la mujer debe ser cerrado para que no entre el mal y éste es entendido como la reproducción del enemigo, lo cual amenaza la construcción de un nuevo orden social. El espíritu Wanülü ataca el cuerpo, lo usa para doblegar el espíritu y captar almas para su propio grupo identitario, y esto pone en peligro a la sociedad. Según la cita anterior: “El cuerpo, al permanecer abierto al Mal, se convierte […] en una frontera precaria y amenazada que debe superarse” (55). Los paramilitares evitan que se reproduzcan los guerrilleros que desestabilizan la nación al pretender cambiar el orden político y económico. Es una forma de darwinismo social al tratar de eliminar un bando de la sociedad considerado amenaza o inferior al grupo hegemónico. El cuerpo de las mujeres es un territorio que repre- senta la cartografía de la violencia porque, aunque es estéticamente bello, cotizado entre los hombres que tienen dinero, que puede conseguir lo que quiera en cuanto a lujos, ropa, accesorios, peinados, cirugías estéticas, es también donde predomina el temor a perder la vida y a soportar el control, el cautiverio, el dolor de las relaciones sexuales forzadas, la tortura, la muerte, lo cual significa desencuentros, conflictos y rupturas. Una aproximación desde la fenomenología sociológica acerca de lo que significa vivir el propio cuerpo, es darse cuenta que éste es estética, armonía, encuentro, vida, pero también es sometimiento, esclavitud, vulnerabilidad, debilidad y muerte. Aquí, retomando a Judith Butler (2010), cuando habla de precariedad para demostrar que tanto hombres como mujeres somos vulnerables a sufrir y morir por la propia naturaleza biológica, pero a esto se suma la condición social y cultural que acentúa las diferencias de clase y de género junto con la incapacidad del Estado de proteger a los grupos más vulnerables. La precariedad es el sentido de existencia, la condi- ción ontológica de todo ser vivo. Vivimos en precariedad porque somos mortales y vulnerables. La precaridad se refiere a la resolución de necesidades políticas, económicas, sociales y de subsistencia. Quienes no las resuelven viven en un frágil estado de precariedad. En este sentido Butler habla de la ontología del cuerpo, el “ser” del cuerpo, un ser siempre al servicio de los demás, dependiente de normas, orga- nizaciones sociales y políticas “que se han desarrollado históricamente con el fin de maximizar la precariedad para unos y minimizarla para Una aproximación desde la fenomenología sociológica acerca de lo que significa vivir el propio cuerpo, es darse cuenta que éste es estética, armonía, encuentro, vida, pero también es sometimiento, esclavitud, vulnerabilidad, debilidad y muerte.
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