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13 Rúbricas XIV Aprendizaje Situado y Praxis Universitaria 12 Rúbricas XIV Servicio Social 1996: 8), siguen ampliando su participación en el mercado educativo hasta mantenerse, en el siglo XXI, a aproximadamente 30% de la matrícula de Educación Superior 1 (SEP, 2019). Los ideales de desarrollo social y cultural son rebasados por el imperativo de alinearse con las demandas del sector pro- ductivo y de competir en el mercado de la educación. El grado de vinculación de las instituciones de educación superior privadas y públicas con el sector productivo se vuelve un indicador de calidad fundamental. - El Servicio Social en deriva a través del siglo XX Debido al crecimiento demográfico, pero sobre todo a la ampliación de la cobertura, la educación superior mexicana ha pasado de aproximada- mente 30 mil estudiantes en los años cincuenta del pasado siglo a cerca de 4 millones en 2017 (SEP, 2019). La evolución de este nivel educativo ha sido intensa y hemos observado cambios radicales en la función social de la educación, en su financiamiento, en la oferta educativa y en el tipo de instituciones que ofrecen estudios de licenciatura a tal grado que, Mun- garay y Ocegueda ya, al final de la centuria del XX, consideraban que “las condiciones de creación y evolución [del servicio social] prácticamente [habían] desaparecido” (1999: 396). En una educación superior orientada por la política neoliberal, podríamos pensar que el SS perdería legitimidad e importancia y, finalmente, desaparecería. Para que haya conservado un lugar ante cambios tan radicales en el ambiente político y educativo, el SS debió ser particularmente flexible. ¿Cuáles son las condiciones de esta flexibilidad?, ¿qué función social tiene hoy el SS en el sistema educativo y social mexicano? - Función social e instrumentación del Servicio Social en el siglo XXI - Un marco legal desintegrado y confuso Más de medio siglo después de su creación, el marco legal que sustenta el SS ha evolucionado de forma desarticulada. Mazón considera que la gran can- tidad de normatividad a nivel constitucional, federal, estatal e institucional “ha llevado a una gran dispersión y confusión normativa, y ello a contra- dicciones y excesos” (2012: 290). Al margen de su carácter obligatorio, las autoridades educativas no implementan verdaderas medidas de regulación del SS y mientras no se provoque “un consenso que actualice y dé armonía y congruencia a la reglamentación actual, con el objeto de promover su integración y sistematización en un solo instrumento normativo” (Mazón, 2012: 291), delegan entonces esta tarea a cada institución educativa que lo moldea de acuerdo con sus prioridades. Analizamos a continuación algunas de las formas en las que las Instituciones de Educación Superior (IES) y las organizaciones receptoras instrumentan actualmente el SS. En la gráfica 1 representamos la tensión que existe entre aprendizaje y servicio en las expe- riencias de aprendizaje situado y logramos diferenciar el SS de la práctica profesional y del voluntariado. 1 La participación del sector privado en la matrícula total de Educación Superior era de 18.07 % en el ciclo 1990-1991, 23.03 % en 1995-1996, 30.56 % en 2000- 2001, 31.78 % en 2005-2006, 30.42 % en 2010-2011 y 28.25 % en 2015-2016. - la educación superior mexicana ha pasado de aproximadamente 30 mil estudiantes en los años cincuenta del pasado siglo a cerca de 4 millones en 2017. Gráfica 1. La práctica profesional, el voluntariado y el Servi- cio Social en la matriz de Aprendizaje Servicio Servicio Aprendizaje Intervención poco significativa Servicio social Voluntariado Práctica profesional Elaboración propia. - El Servicio Social como fuerza de trabajo Por lo general, los prestadores de Servicio Social no ocu- pan funciones estratégicas dentro de las organizaciones que los reciben. El nivel de estudio que han alcanzado permitiría que desempeñen un gran número de fun- ciones a un nivel de escolaridad igual o superior que un empleado de la organización, pero es más común encontrarlos como asistentes o auxiliares. El gran nú- mero de candidatos puede representar una oportunidad excepcional para las instituciones receptoras. Permite, por ejemplo, ampliar la cobertura de un programa o servicio sin tener que contratar personal o mitigar la saturación de ciertas personas o equipos de trabajo e, incluso, cubrir plazas que no tienen titular debido a una baja o al crecimiento de la actividad. Más aún, la dura- ción relativamente breve, con al menos 480 horas de SS por estudiante, se compensa por su constante renova- ción, con una matrícula en crecimiento. Las instituciones públicas, en el supuesto de que sirven al bien común, son candidatas ideales para ser receptoras de SS. En efecto, se establecen convenios en- tre universidades y magnas instituciones públicas para canalizar, de manera sistemática, grandes números de estudiantes en el desempeño de diversas funciones. El sector civil también es un beneficiario natural del SS y muchas organizaciones de la sociedad civil crean pro- gramas que lo aprovechan. Como organizaciones sin fines de lucro y con acceso limitado a recursos públicos y privados, dependen de múltiples estrategias para fi- nanciar sus actividades y el SS es una de ellas, al recibir colaboradores gratuitos. Las propias IES que, como ya comentamos, determinan, con gran libertad, la forma en la que quieren implementar el SS, generalmente no se privan de permitir la realización de este Servicio en su seno. Ante las limitaciones de acceso al financiamiento público y la creciente competencia en el sector educa- tivo, esta práctica es atractiva para las administracio- nes universitarias, y para los estudiantes representa una oportunidad dentro del mismo ambiente escolar. Es lógico que la inyección de fuerza laboral gratuita puede ser, a corto plazo, un factor de eficacia y cobertu- ra en los servicios de una organización, y contribuiría, en este sentido, a controlar el gasto público. Sería más difícil determinar si, a largo plazo, la presencia creciente de prestadores de SS estimula la productividad, la efi- ciencia y la eficacia de la organización o, al contrario, mantiene con alfileres una estructura insuficiente, bu- rocrática y contribuye a disminuir la productividad al diluir las cargas de trabajo. Incluso, es razonable consi- derar si el SS influye negativamente en la oferta de em- pleo en organizaciones de cualquier sector, que hacen un uso masivo de este mecanismo. La expresión del SS como fuerza de trabajo no garanti- za su necesaria contribución al bien común establecido en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. En cambio, contribuye a la mitigación del gasto público y hay pistas de que podría, incluso, participar en la repro- ducción de la burocracia y provocar efectos perversos en el mercado del empleo. Para complementar el análisis de la función social del SS, seguiremos profundizando en la inyección de fuerza de trabajo en la modalidad de práctica profesional y en relación con contextos de marginación. - El Servicio Social como práctica profesional Muchas instituciones valoran al Servicio Social como un espacio de práctica profesional. Es el caso de las profesiones de la salud, donde el ejercicio de las habilidades ejecutivas (en particular, las destrezas) es crucial, por ejemplo, entre odontólogos, cirujanos o enfermeros. Instituciones de ca- rácter e identidad eminentemente técnicos, tecnológicos o burocráticos encuentran también en el SS una posibilidad de extender la experiencia laboral de sus estudiantes y de re- lacionarlos con el sector de su interés. Existen instituciones y programas en los que ellos, de forma sistemática, realizan esta experiencia en organizaciones con fines de lucro, así como en instituciones públicas relacionadas con su profe- sión, desempeñando funciones muy similares a las de un practicante. Cuando el SS se instrumenta como práctica profesional, es evidente que se orienta a la consolidación de Foto: iberopuebla.mx

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