Pasos Nueva Época 14

Referencias Fernández, J. y Hortal, A. (Comps.). (1994). Ética de las profesiones . Madrid: Publicaciones de la Universidad Pontificia Comillas. López Calva, J. M. (2010). La ética profesional como religación social: hacia una visión compleja para el estudio de la ética en las profesiones. REDIE , 12, 1-14. Recuperado de http://www.scielo.org.mx/scielo. php?script=sci_arttext&pid=S1607-40412010000300 008. Morán, J. (2019). El modelo ignaciano se contagia. Cruce . ITESO. Recuperado de https://cruce.iteso.mx/ el-modelo-ignaciano-se-contagia/ Navarro, I. SJ y Ramírez, E. F. (2016). El modelo pedagógico ignaciano en la práctica docente universitaria: diagnóstico de aplicación . Puebla: Universidad Iberoamericana Puebla. Dirección General Académica. (2013). Programa institucional de formación de profesores. Recuperado de http://www.medios.iteso.mx/suj/docs/ 5_reflexiones _de_los_encargados_de_formacion/Documentos/Puebla _Formaci%C3%B3n%20de%20profesores.pdf 13 *Alumno del Doctorado Interinstitucional en Educación Universidad Iberoamericana Puebla victor.vasquez@iberopuebla.mx “... una valoración personal, más cualitativa, que narre nuestra experiencia y la percepción que tenemos de las competencias en nuestros docentes puede dar una mirada más allá de una escala Likert.” Sin embargo, existen dos espacios más donde se logra identificar la competencia en cuestión: las sesiones de tutoría y la reunión semestral del Comité Tutorial. En la primera, la competencia se experi- menta con más cercanía y calidez, pues es la relación interpersonal más constante durante nuestro proceso formativo. En mi caso, la tutora ha mantenido un diálogo de respeto, escuchando, recibiendo y atendiendo mis necesidades, no sólo académicas sino también personales, pero resalto la sensación que ha generado en mí al construir una relación equitativa, de libertad y expresión para decidir el rumbo de la investigación. Por otra parte, el Comité Tutorial también ha evidenciado su compromiso y ética, leyendo minuciosamente mis avances, ofre- ciéndome su apoyo, promoviendo mi autonomía y el trabajo colaborativo, con un tacto que por muchos momentos desee tener con mis propios estudiantes. La crisis y el confinamiento en el que estamos ha permitido retomar y repensar sobre la ética del cuidado, de sí y de los demás. La incertidumbre de sabernos contagiados o contagiar a los demás nos hace atender con mayor esmero los contextos vitales de quienes nos rodean. Ahora más que nunca sentimos la necesidad no sólo del compromiso y cuidado ético de nuestros profesores, pero, también ellos necesitan de esta reciprocidad de nosotros como estudiantes. Tal vez no ha sido la mejor forma para detenerme un momento y reflexionar sobre esta competencia docente, pero creo que una valoración personal, más cualitativa, que narre nuestra experiencia y la percepción que tenemos de las competencias en nuestros docentes puede dar una mirada más allá de una escala Likert. O, por lo menos, flexibilizar el instrumento de evaluación, adaptándolo a las cir- cunstancias de la relación entre docentes y alumnos que se presentan en los diferentes niveles educativos que ofrece nuestra Universidad. Al final, este momento dislocatorio nos está dando la oportunidad de hacer un programa doctoral con un compromiso más sólido con nuestros pares, una academia más ética y empática, en fin, una univer- sidad más humana.

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