Pasos Nueva Época 14

12 De esta manera, las seis competencias que se fomentan en la Universidad encuentran sus raíces en los fundamentos filosóficos y pedagógicos que le dan razón de ser a las disposiciones curriculares de la vida académica y universitaria. Para nuestra institución, las competencias docentes tienen una visión integral, conformada por capa- cidades cognitivas, emocionales y éticas. Una de las seis competencias es la del compromiso y ética docente; por ella se entiende que el profesorado desarrollará y manifestará la perspectiva humanista en su práctica docente, mediante el diálogo res- petuoso, las relaciones incluyentes y equitativas, la adopción de una perspectiva socio-histórica, la gestión de su propio desarrollo humano, la identi- ficación y compromiso con el modelo educativo jesuita, la apropiación de una filosofía educativa, la promoción de la autonomía y el trabajo colaborativo entre pares. Claro, estos atributos deben ser orien- tados a contribuir en las intenciones formativas de la misma universidad (Dirección General Académica, 2013: 10). En lo anterior, después de analizar la direccio- nalidad del atributo, es posible identificar que esta competencia tiene dos orientaciones fundamentales: interpersonal e intrapersonal, cada una con diferentes alcances, es decir, las ideas de un cuidado de sí y un cuidado del otro se hacen presentes en ella. Si se toma en cuenta lo dicho hasta aquí y se vincula con la manera en que es entendida la ética profesio- nal desde pensadores que han teorizado al respecto como Fernández y Hortal (1994) o López Calva (2010), quienes entienden que la ética profesional se orienta a la humanización de la vida en su dimensión individual y social, entonces podemos comprender el fuerte vínculo que se ha identificado entre la pro- puesta humanista de la educación jesuita y la compe- tencia de compromiso y ética docente. Ahora bien, ¿qué sentido tendría preguntar y con ello valorar el desarrollo de esta competencia en los profesores?, para responder esto citaré las palabras de Francisco Escobedo, SJ, quien afirma: “Si quiero que algo acontezca en mi alumno o mi alumna primero tiene que acontecer en mí como profesional” (citado en Morán, 2019, párr. 1), así, en el caso de la ética como en el de la educación hay aspectos que más que enseñarse deben contagiarse . A diferencia de los programas de licenciatura, los estudiantes del DIeE interactuamos con los y las profesores/as por periodos breves, además, suelen acompañarnos sólo una vez (una asignatura) durante nuestra formación, por lo que la interacción entre docentes y alumnos es escasa, pero, a pesar de esto pueden identificarse ciertos elementos en su práctica docente relacionados con la competencia analizada. Si ponemos atención en lo que la competencia enuncia, el diálogo respetuoso, las relaciones huma- nas incluyentes y equitativas, así como la promoción de la autonomía en los estudiantes es algo que se ha manifestado sin lugar a duda en nuestro programa. Recuerdo una vez que en clases presenciales una profesora dejó como opcional una sesión extra para un sábado, pensando en aquellos que quisieran revisar con ella el desarrollo de su investigación, pues al final nos faltó tiempo; el gesto no pasó desa- percibido en nuestro grupo y todos decidimos asistir a esa sesión. En una asignatura que cursamos ya en pandemia, un profesor ajustó su seminario al nivel de avance que cada uno tenía en su investigación, consideró los recursos tecnológicos que teníamos al alcance y comprendió el impacto de la Covid-19 en nuestros procesos, por lo que evaluó tomando en cuenta esas circunstancias. O el caso de otra profesora, quien cordialmente me ha enviado información o sugerencias a eventos online sobre mi tema de investigación después de concluida la materia. De manera menos evidente se percibe la identificación de los docentes con el modelo jesuita y la adopción de una filosofía educativa. Lo que definitivamente parece inaccesible a su valoración son aquellos atributos orientados al ámbito intra- personal, como la gestión de su propio desarrollo humano o la adopción de una perspectiva socio- histórica. La evaluación que realizamos de esta competencia en nuestros profesores está supeditada al tiempo y al espacio en que se realiza el encuentro personal, lo que sucede en el aula (ahora virtual) es el punto en que las manifestaciones de su compromiso y ética pueden ser percibidas.

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