Multiplicación del trabajo y nuevos retos para la justicia social

51 to me cuesta [ser parte de tu organización]?” y “¿qué obtendré a cambio?”, eran pre - guntas que se escuchaban comúnmente cuando se realizaban reuniones para invitar a trabajadoras del hogar a unirse a la Alianza. Dicho de otra manera, los trabajadores y, particularmente, las trabajadoras del hogar, no creen que la asociación se dé con el único propósito de mejorar colectivamente sus condiciones laborales. Muchas trabaja - doras y empleadores consideran que el trabajo reproductivo asalariado sigue siendo una ocupación informal, y muchas trabajadoras creen que eso está bien. Cambiar esta mentalidad es el reto más grande de la NDWA. Por otro lado, la NDWA–NY tiene recursos económicos y humanos limitados que se dividen para dos propósitos: organizar la base y reavivar el movimiento de traba - jadoras del hogar en NY y el área conurbada. Aun cuando tiene recursos económicos, la oficina es pequeña —tres personas de tiempo completo y una de medio tiempo—. De una u otra manera, las cuatro deben trabajar en las dos tareas, a pesar de que estén contratadas sólo para una de ellas (p. ej. organizar). Esta dinámica limita de forma importante la capacidad de la oficina para expandir los propósitos generales de la Alianza; NDWA se concentra en cambiar la noción histórica de que el trabajo del ho - gar pagado es una labor fácil. Cambiar el marco institucional es una forma de cambiar la precepción social. Construir un movimiento de trabajadoras domésticas desde la base es otra manera de crear una identidad colectiva que rete la devaluada apreciación social que se tiene del trabajo del hogar pagado. La oficina de NY está tratando de desarrollar paralelamente ambos caminos. El reconocimiento legal de las trabajadoras del hogar permite a las organizaciones públicamente exigir a los empleadores y al gobierno que traten a este grupo de personas como trabajadoras formales (con derechos y obligaciones). Esto, a su vez, coadyuva a que las organizaciones se involucren con trabajadoras no organizadas y explicarles sus derechos; les da una guía para que este sector —tradicionalmente informal y en el cual muchos de sus miembros siguen reconociéndose como trabajadores informales— se vea a sí mismo como un actor político que puede exigir mejores condiciones laborales. No es lo mismo entablar una conversación diciendo: “deberíamos de tener derechos porque somos seres humanos”, a decir “tenemos derechos como trabajadores y son respaldados por la ley, así que debemos exigirlos.” Cambia la conversación de lo bondadoso, o no, de los empleadores de otorgar a las trabajadoras condiciones laborales decentes, a la obligación del empleador de seguir lo que dice la ley. La mayor parte de las trabajadoras del hogar cree que no tiene ningún derecho. Cuando aprenden que sí los tienen, les da un sentido de empoderamiento, aun si es mínimo, que antes no tenían. Eso es una forma crucial de crear una identidad colectiva. El entrenamiento y las reuniones de las trabajadoras del hogar refuerzan la idea de que están bien preparadas para desempeñar su labor de la mejor manera posible y, a su vez, ser capaces de negociar con sus empleadores mejores condicio - nes laborales. la alianza nacional de trabajadoras del hogar como modelo de organización

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